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- El autor -

miércoles, 1 de mayo de 2013

1º DE MAYO, PLEGARIA PARA UN TRABAJADOR

“Yo soy obrero,
este Mayo es mío.
Yo soy campesino,
este Mayo es mío.”

- Vladimir Maiakoski (Mi Primero de Mayo, 1918) -



Todos los días, absolutamente todos los días debe de ser librada la guerra abierta de la clase trabajadora contra sus opresores, y más en el momento histórico en que nos encontramos actualmente, en el que esa guerra nos ha sido declarada a golpe de corneta y ya no tiene vuelta atrás. Todos los días deberían ser para los obreros. Entonces, ¿por qué celebrar el Primero de Mayo?, se pregunta el trabajador mientras enjuga el sudor de su frente con el dorso de la mano. No hay nada que celebrar, ni por qué ser partícipe de una descafeinada marcha de pactos, traiciones, plástico rojo y chalecos reflectantes, de eso no cabe ninguna duda, y el trabajador es el primero en darse cuenta. Pero sí hay mucho por lo que luchar, mucho que defender y mucho que reconquistar con suma premura.

Se conmemora hoy el inicio de una masiva huelga con más de 200.000 participantes, el trágico desenlace de la Revuelta de Haymarket, la reivindicación de la jornada de ocho horas y la memoria de los Mártires de Chicago. Se conmemora, en definitiva, la lucha histórica de la clase obrera contra la explotación del hombre por el hombre. Están en juego, además, los derechos más primarios de esta clase, aquellos por los que otrora batallaron hasta la extenuación y vieron su cuello dentro de una soga quienes se supieron desheredados, quienes entendieron que no habría conquistas si se andaba del lado de la patronal, y que un obrero lo es todo, pero si camina junto con otros cientos, miles, millones de obreros que como él, se han cansado de suplicar. Cabe recordar no solamente a las ocho víctimas de aquella tragedia en un país donde, triste ironía, en el Primero de Mayo se celebra el “Día de la Ley”, sino también a todos esos hombres y mujeres que señalaron un sendero para todos los proletarios del mundo, en lo que Lenin calificaría como el “despertar a una vida de conciencia de clase”.

6.202.700 de personas privadas de su derecho al trabajo son motivo suficiente para seguir ese sendero. El 57,2% de una juventud que debería estar ya organizada y librando batalla en defensa de un futuro lejos del abuso y la iniquidad de la dictadura del capital. Los hijos, los nietos de los braceros de un sistema tendente a la reacción y a la inhumanidad. Pero hoy quieren, como han querido siempre, que el explotado olvide, que cierre los ojos a la lucha de clases y sueñe con vivir como sus explotadores, mientras sus condiciones se asemejan cada vez más a las de una bestia de carga. Quieren que ignore de lo que es capaz si se organiza, si su individualismo se convierte en solidaridad de clase y su pasividad en una percepción nítida de la realidad que lo sitúe de nuevo en el combate, para que nunca vuelva a bajar la guardia. Si en Cuba, este 1 de mayo decenas de miles de estudiantes y trabajadores saldrán a la calle para reivindicar su Revolución, y otros tantos miles de venezolanos manifestarán su apoyo al presidente obrero y su más profundo rechazo a la oligarquía pro imperialista, aquí no podemos más que constituir un bloque revolucionario y solidario que garantice un cierre de filas ante la barbarie capitalista, ante la condena que esta supone para el trabajador, y ante los perros de presa que la defienden por unas menudas migas del suelo.  

- “Hágase por fin tu voluntad aquí en la tierra,” – decía Víctor Jara en su Plegaria para un labrador, - “danos tu fuerza y tu valor al combatir.”
Le rogaba en su canción a aquel que trabaja la tierra, como si de un ente divino se tratase, como quien le reza a un dios que no es consciente todavía del poder que sus manos poseen. Por eso le recordaba quién es el que maneja el curso de los ríos, y terminaba con un tradicional amén. Que así sea.

- Kevin Laden -

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